Cuando de un reflexionar ético se trata siempre es saludable recordar conceptualmente a que llamamos ética. En esta circunstancia siempre tiendo a apelar a un concepto que ya he utilizado en otros artículos. Así tenemos que:
Ethos proviene precisamente de la voz griega que significa costumbre y de la misma deriva la palabra Ética. Pero este término ethos para algunos se encuentra asociado a la personalidad moral. Así, se comienza a dilucidar el ethos en función de una orientación adquirida o asumida por el hombre frente a una realidad dada. Para la ética la realidad se golpea desde las preguntas de ¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal? ¿Qué es virtud? ¿Qué es felicidad? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es lo justo? Cuando la realidad que nos impele a decidir sobre ella es de carácter biológico entonces toda la historia de simbolismo y trascendencia de lo vivo nos arremete y nos cuestiona1.
Ahora bien, si detallamos el párrafo anterior tenemos, por tanto, que la ética va más allá de una posición moral o acción moral frente a una situación dada. La ética hace su énfasis en el complejo proceso que genera la reflexión. Pero este fenómeno será producto de un ser que, como lo dice von Wright2, conoce, pero además siente y tiene voluntad. Tal y como lo explica Morin3, nuestra lógica nos es indispensable para verificar y controlar, pero el pensamiento finalmente opera, de las transgresiones a esa lógica. La racionalidad no se reduce a la lógica
Es allí donde reside la magia esencialmente humana de lo ético. Por tanto, para abordar la Naturaleza en toda su realidad desde lo ético, la ética debe necesariamente transversalizar a la Naturaleza.
En términos más concretos, la ética ya no puede reconocer límites entre aquellas diferentes áreas de conocimiento (Ciencias y Humanidades) que se generaron a lo largo de más de dos cientos años de diferenciación para entender la Naturaleza. Por ello, cuando del ser humano, de la biodiversidad, de la Tierra, de la Naturaleza, se trata, las consideraciones éticas se imponen. No es difícil aceptar esta indestructible transversalización, pues basta recordar que la perspectiva ética nace de la filosofía, del filosofar, justamente de la contemplación de la Naturaleza. La filosofía, como una especie de conocimiento madre de todas las ciencias, ante los hechos, acontecimientos y eventos de indudable trascendencia que habitualmente vivencia el ser humano en su diario transitar por el planeta que habita, nos apela, nos demanda, nos exige una reflexión, que en su esencia será –por tanto– de naturaleza filosófica. Ahora bien, toda reflexión de naturaleza ética deberá sustentarse, al menos, sobre tres ideas básicas fundamentales que atañen al ser humano y su condición:
1. La ubicación del ser humano en su contexto cósmico. Habitamos sobre el denominado planeta Tierra y desde ese punto focal, el diámetro del Universo visible u observable es de cerca de 100 mil millones de años luz. Es decir, la extensión del universo conocido, sabiendo que un año luz equivale a 9,46 x 1012 km, hasta don de alcanzan nuestros detectores (el horizonte cosmológico), nos revela que el Universo tiene una edad de unos 13,7 ± 0,12 mil millones de años luz. A la distancia de 1026 años luz, solo vemos puntos blancos (amas de galaxias) y grandes vacíos; el universo a esta escala es esencialmente vacío. En la medida que vamos desplazándonos hacia el punto focal, a la distancia de 1025 años luz, vamos a distinguir cierta arquitectura del Universo constituida por grupos más o menos regulares de amas de galaxias de algunas decenas a unos millares de astros. Sin embargo, lo que aun predomina en el Universo a esta escala es el vacío y la nada (un átomo por metro cúbico). La estructura de las galaxias (elípticas, espirales, etc) se desvela poco a poco a medida que nos desplazamos.
A una distancia al punto focal de 1024 -1022 años luz, estas formaciones estelares (las galaxias y las agrupaciones de galaxias), constituidas por miles de millones de estrellas, son las estructuras a gran escala del Universo. En una de esas galaxia, la vía Láctea, y, sólo a una distancia cercana a la 1015 años luz al punto focal, es cuando visualizamos aquellos cuerpos, más o menos, esféricos, que rotan alrededor de una estrella central, los planetas; el sol, nuestra pequeña estrella, lo observamos con cierta intensidad a 1014 años luz, brillando en el espacio. Apenas a 109 años luz, observamos la tierra y su satélite natural, la luna. De esta manera se nos revela nuestro planeta azul, perdido en esa inmensidad de años luz. Carl Sagan los resume magistralmente de la siguiente manera4:
Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es casa. Eso es nosotros. En él se encuentra todo aquel que amas, todo aquel que conoces, todo aquel del que has oído hablar, cada ser humano que existió, vivió sus vidas. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de confiadas religiones, ideologías y doctrinas eco nómicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de la civilización, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada esperanzado niño, in ventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada superestrella, cada líder supremo, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí – en una mota de polvo suspendida en un rayo de luz del sol. La Tierra no es más que un pequeñísimo grano que forma parte de una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre derramados por cientos de generales y emperadores para conseguir la gloría y ser los amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las crueles visitas sin fin que los habitantes de una esquina de éste píxel hiciera contra los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. La frecuencia de sus mal entendidos. La impaciencia por matarse unos a otros. La generación de fervientes odios. Nuestras posturas, nuestra presunción imaginada. La falsa ilusión que tenemos de tener un lugar privilegiado en el Universo, son desafiadas por éste pálido punto de luz, nuestro planeta. Es una mota solitaria en la inmensa oscuridad cósmica. En toda esta extensa oscuridad, no hay ninguna pista que la ayuda vendrá de otra parte para salvarnos de nosotros mismos. (
) Quizás no exista mayor demostración de la locura de la presunción humana que esta imagen distante de nuestro diminuto mundo. Para mí, recalca nuestra responsabilidad de compartir más amablemente los unos con los otros para preservar y cuidar ese punto azul pálido, el único hogar que hemos conocido.
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